En el corazón del Valle de Guadalupe, donde la tierra se encuentra con el cielo y los viñedos se alzan orgullosos, reside una historia que va más allá de la producción de vinos excepcionales. En Hilo Negro, nuestra familia va más allá de las etiquetas y las botellas; es un tejido de amistad que se entrelaza en cada aspecto de nuestra labor diaria.
Desde los campos de viñedos hasta las bodegas, cada paso en la producción de nuestros vinos es una celebración de la colaboración y el compañerismo. Nuestros viticultores, enólogos y trabajadores de bodega trabajan mano a mano, compartiendo no solo sus habilidades, sino también sus historias, risas y momentos de camaradería.
En Hilo Negro, la diversidad es nuestro tesoro más preciado. Desde los agricultores locales hasta los expertos enólogos, cada individuo aporta su propia perspectiva y pasión al proceso. Esta diversidad nos enriquece y nos une en un lazo de respeto mutuo y aprecio por las diferencias.
Nada une más a las personas que compartir una buena comida y una copa de vino. En nuestro restaurante ´emat y en las catas de Algaravino, las mesas se convierten en escenarios de risas, conversaciones animadas y la creación de recuerdos que perdurarán para siempre.
En Hilo Negro, nuestras instalaciones no solo son lugares de trabajo, son espacios donde florecen las amistades. Desde las pausas para el café hasta las reuniones después del trabajo, cada momento es una oportunidad para fortalecer nuestros lazos y construir relaciones significativas.
En Hilo Negro, el vino no solo une corazones en una copa, también une a personas en un círculo de amistad y camaradería. Nuestra historia está tejida con hilos de amistad, y cada día nos esforzamos por honrar y celebrar este regalo.